Todo da comienzo con la revisión de un espacio que habitualmente ocupamos y demasiadas veces la fuerza de la costumbre y la cohabitación prolongada hace que perdamos las referencias de los objetos que coexisten en ese ecosistema físico y psíquico. Las habitaciones o los talleres son como pequeños universos dotados de historia y olvidos.
Y, de repente, nos damos cuenta de que en ese espacio habitan objetos que encierran historias, verdades o mentiras acerca de nosotros mismos. Objetos que nos recuerdan su existencia y nos preguntan por su significado. Muchas veces tardamos en encontrar el porqué de su ser o de su estar, puede que nunca lo encontremos. Dejarnos llevar con ojos de recién llegado nos abre caminos para reencontrar el verdadero significado de su presencia e intentar descifrarlos sin código previo desde una perspectiva distinta.
Así, reencuentro un viejo reloj que dejó hace tiempo de funcionar. Con los números colocados al revés y en el que sus manecillas giraban en sentido contrario al habitual. Reloj al que, en su día, instalé unas alas negras; ahora no me preguntéis el por qué. ¿Estética, premonición, intuición?
En este descubrimiento empiezo a cuestionarme la razón de su existencia, de su proximidad y de su significado. Es a partir de este momento cuando encaja todo. Este reloj me plantea el dilema del tiempo, pero no de cualquier tiempo, de mi tiempo. Mi existencia, y la de todos, es un lapso entre dos espacios infinitos de los que no tenemos referencia. El antes de ser y el después de ser. La vida es una anomalía entre dos momentos, el previo al ser y el posterior a haber sido. Es aquí donde busco referencias al tiempo tanto en la física como en el arte o en la filosofía.
A partir de aquí empieza el análisis de los distintos medios para desarrollar esta idea y darle una forma que encapsule el mensaje y sirva de presentación de este interrogante. De alguna forma este objeto ha disparado una duda y me obliga a plantearla a los demás. La idea inicial es usar del video como soporte. No es el medio en el que más soltura tengo pero es el que canaliza el fluir y me permite usar el sonido para crear la atmosfera que busco.
empiezo las pruebas con distintos elementos de fondo y efectos de sonido. Al final decido que la banda sonora que utilizaré será una pieza dodecafónica de Schönberg por la analogía con los 12 meses del año y la pieza en concreto, un poema de «Pierrot Lunaire» titulado «Nicht» por la alusión a la noche.