He de reconocer que me he sentido muy identificado con la propuesta de método de Mireia. Para ser honesto, me identifico no sólo con su método sino con su forma de aproximación a su realidad.
No planea modificar la realidad que la circunda, más bien al contrario, su objetivo es dejarse ser modificada ella misma y que su trabajo refleje esa interacción. Es una forma de ir de adelante a atrás. Capta y recoge las relaciones que surgen en su entorno, o en el entorno que quiere auditar, y esas mismas observaciones son base y motor del posterior trabajo de justificación.
Claramente, antepone las sensaciones al trabajo sesudo y planificado de hipótesis-objetivo-método-experimento-análisis-resultado. A partir de un posible resultado organiza todo el entramado intelectual que le da sustento. Dicho de otra forma, invierte la secuencia anterior en un viaje de ida y vuelta.
Otro elemento de su método que me resulta interesante es la exploración de los límites del soporte, no dando más importancia que la de mero intermediario entre lo relatado y el receptor final. La calidad del mensaje es superior a la calidad de ese sustento medial.
Los conceptos de error y belleza terminan por cerrar ese método. Por un lado, el error como elemento de desarrollo en el que tan sólo es un resultado distinto al esperado, pero no por eso menos valioso. Y la asociación de lo bello a ese error, eso que es inesperado, hasta el punto de considerar lo bello estéril sin ese error descubridor de lo nuevo y diferente.
Definitivamente me cautiva para mi propio proyecto el uso del tiempo como un agente decantador de aquella realidad registrada que la destila convirtiéndola en la esencia de lo visto. Ese efecto purificador del tiempo en el trabajo realizado me resulta muy sugerente.